En muchos pueblos del interior de Tailandia, al sudeste de Asia, decenas de infantes intercambian mamporros y se abren la cara a cambio de unos cuantos billetes, en la versión más infantil y cruel del Muay Thai, o tradicional disciplina pugilística tailandesa. Después de la jornada escolar, estos niños cambian los libros por guantes y linimento para abrirse las cejas o partirse a leches los dientes de ídem, bajo la atenta mirada de sus orgullosos padres. Los daños físicos y las secuelas a largo plazo de estos críos han sido ya documentados.
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