Un estudio publicado hoy en Nature sugiere que, en los ecosistemas terrestres de latitudes septentrionales, desde Rusia a Canadá, la absorción de CO2 que se produce en primavera se anula con la liberación de este gas de efecto invernadero en otoño. El circo de la contaminación juega sin red. Este estudio tira por tierra la esperanza de que los bosques del norte de Eurasia y América actuaran como un amortiguador frente al calentamiento global, y obliga a los científicos a recalcular sus predicciones.
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