No es el Boletín Oficial del Estado la publicación escrita más alegre y dicharachera que un lector se pueda echar al cuerpo. Su redacción está plagada de tecnicismos, nomenclaturas burocráticas y jeringonzas de todo tipo relacionadas con el tedioso proceso legislativo. Los confines de sus páginas se han convertido en tal consecución de declaraciones indescifrables
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