De alguna manera, la serie australiana ha conseguido crear la pócima mágica perfecta combinando a la perfección una narrativa episódica con unos personajes carismáticos que consiguen, en menos de ocho minutos por episodio, que les quieras de manera inevitable. Es una serie que no tiene edad recomendada: todo el mundo puede reír, emocionarse y entender tanto la inocencia infantil de Bingo y Bluey como las preocupaciones parentales de Bandit y Chilli. Es pura alquimia. No debería funcionar, pero funciona.
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