Algunos grandes personajes, pocos, hacen historia. Con más frecuencia es la historia, es decir, el azar y la lucha de la humanidad, quien hace grandes a ciertos personajes. Osama bin Laden formó parte de los gigantes accidentales. No fue un gran guerrero, ni un gran pensador, ni un gran estratega. Fue un hombre elocuente y minucioso que supo cabalgar sobre las circunstancias, sin que le faltaran las cualidades que suelen caracterizar a la gente más peligrosa: fe en el propio destino, incapacidad para la duda y una considerable dosis de suerte.
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