Creíamos que sabíamos de qué se trataba el euro cuando lo lanzamos en 2002. Comenzamos a gastar esos billetes y monedas nuevos, con un significado casi patriótico para los europeístas. vivimos el redondeo, pero de todas formas estábamos ilusionados con la nueva moneda y con lo que significaba para España y para Europa. Desde el principio, el euro no eran billetes bonitos, sino una renuncia para siempre a dos herramientas fundamentales que habían ayudado a los países miembros a equilibrar sus economías: los tipos de interés y los tipos de cambio
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