A ellos, con todos mis respetos, que, sin dudas, en su inmensa mayoría, son buenas gentes que desean y necesitan que el mundo, en general, sea más justo, solidario, habitable, hay que recordarles con cariño y comprensión que tomar plazas un día tras otro no es suficiente para tumbar una tiranía, sobre todo cuando ésta está monitoreada y conducida por Washington hasta límites a estas alturas ya poco insospechables.
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