En 1844, el teólogo y filósofo Konstantin von Tischendorf descubre en el Monasterio de Santa Catalina, al pie del Monte Sinaí un puñado de hojas de pergamino que el bibliotecario estaba a punto de tirar a la basura. Al leerlos detenidamente, el especialista en las Sagradas Escrituras no da crédito a lo que tiene entre manos: varios fragmentos del Éxodo, los textos de Jeremías y de los Evangelistas; se trata nada menos que del Código Sinaítico, la Biblia escrita más antigua conocida, recopilada en Alejandría a mediados del siglo IV por encargo.
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