A principios del siglo XX, y a pesar que Robert Koch ya había descubierto años antes (concretamente en 1882) su bacilo, la lucha contra la tuberculosis seguía obsesionando a la comunidad científica. En esa época, las medidas de tratamiento de la enfermedad a disposición de los médicos eran todavía escasas. La más popular era internar a los contagiados en las denominadas “casas de curación”: sanatorios situados en regiones y zonas con una climatología favorable para la curación de esta patología.
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