Eran amigas, pero amaban al mismo hombre: su instructor de paracaidismo. El deporte que fue su pasión se convirtió también en su yugo. Els Van Doren no pudo abrir su paracaídas, tampoco el de emergencia, un fatídico sábado de noviembre de 2007 porque su amiga, Els Clottemans, que al igual que ella se acostaba con el instructor, había cortados las cuerdas. Y terminó estrellándose
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