Jesús F. S. perdió diez kilos en 30 días. Se los tragó la impotencia y el sufrimiento de ver que a su hijo, con solo 30 años, se lo había comido la locura (una grave esquizofrenia) y se había convertido en una inconsciente máquina de hacer daño: a sus padres, a sus vecinos y a él mismo... Desesperado, Jesús, de 62 años, pidió ayuda al juez de tutelas y a los servicios sanitarios del 061 de Santander. Y no hicieron nada. Aquella inacción acabaría acarreando terribles consecuencias a toda la familia.
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