Cuando una inspector del gobierno entró en su agencia inmobiliaria en Barcelona, Angel Centeno sabía a lo que venía. Ella no tenía interés alguno en comprar una vivienda, en cambio, agitó una hoja de papel e informo a Centeno de que había sido multado con 1.000€. El empresario de 66 años había quebrantado la norma comercial más notoria , el letrero de su empresa aparecía solo en español.
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