Marcos F., director de una de las sucursales provinciales del BBVA en Valencia, se negó ayer a prestarle dos euros para chucherías a su hijo de ocho años: “No quiero que los lazos de sangre me nublen como nos ha pasado en años anteriores. Analicé la petición y valorando el patrimonio y las posibilidades económicas de mi cliente llegué a la conclusión de que sería imposible que devolviese el dinero”.
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