Es domingo por la tarde y una sensación extraña empieza a presionarte el pecho. Caes en la cuenta de que en pocas horas estarás de nuevo en tu puesto de trabajo y te empieza a embargar una tristeza ineludible. Poco importa que tu empleo te guste o no, la sensación está ahí y puede desembocar, según la persona, en ansiedad, angustia, sensación de vacío, melancolía e, incluso, miedo, según varios artículos publicados sobre el tema.
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