El pronóstico del clima era de tormentas y vientos fuertes durante los siguientes cuatro días. El Hércules C17 de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos que traía suministros a McMurdo y nos llevaría de regreso a la civilización a mí y a otros veinte pasajeros, aún no había partido de Nueva Zelanda. La pista de aterrizaje construida con nieve compactada sobre el océano congelado se cerraba un día después e iba a ser trasladada a unos 15 kilómetros hacia el interior del continente. Si no partía de Antártida ese día tendría que esperar una semana.
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