En Occidente la muerte está envuelta en un aura lúgubre de sufrimiento y agonía, pero esto es solo una convención. La muerte puede ser también una fiesta de liberación, y, como toda buena fiesta, debe de incluir un factor erótico. Ya lo decía Freud: el impulso de la vida y el impulso de la muerte en el fondo son dos caras de la misma moneda. Y esto es algo que, consciente o inconscientemente, entienden en Taiwán. Lejos de la solemnidad occidental, en las procesiones fúnebres en Taiwan desfilan eléctricas carrozas florales con jóvenes strippers
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