No estamos hablando de emplear la electricidad como energía para mover un coche, sino de utilizar la electricidad para conseguir un combustible semejante a la gasolina. Y todo gracias al diligente trabajo de unas bacterias comilonas que asimilan el dióxido de carbono transformándolo en isobutanol. Algo así como sacar gasolina del enchufe de la pared, pero gracias a la ingeniería genética y a una bacteria llamada ralstonia eutropha H16.
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