Me la imagino (a Esperanza Aguirre) en plena tormenta de ideas con su equipo: “Bueno, ya tenemos a los pobres llenando la pública, pero sigue yendo gente. ¿Qué hacemos ahora?” “Señora condesa, ¿por qué no la llenamos de pobres tontos?” “Estupendo, Luci, me gusta lo que escucho. Sigue”. “Podríamos crear otro centro donde llevar a los que aún sean capaces de dividir entre dos cifras. Lo llamaremos bachiller de excelencia, pero en realidad, en vez de gastar más en él, gastaremos menos en los demás”.
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