La tradicional estampa de los obreros, resguardados por vallas amarillas, con paleta y caldero en mano para reasentar el adoquinado del céntrico vial amenaza con convertirse en una ceremonia. Un ritual repetido, con labor artesanal para levantar todos los adoquines que bailan, reasentarlos y rellenar las junturas, que se ha repetido una decena de veces desde que se inauguró la reurbanización, en el año 1997, según lleva en cuenta el veterano encargado de las brigadas de obras del Ayuntamiento de León.
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