Fue fantástico. Primero lo encerré durante 48 horas en un armario del garaje, sin absolutamente nada de luz. Durante esas 48 horas, abrí la puerta unas cuantas veces, solo para darle unas tremendas patadas en los riñones. Él no me había hecho nada. Ni siquiera le conocía. En cuanto el tío salió del armario, mis amigos empezaron a pincharle el culo para hacerlo correr. Cuantas más agujas le clavábamos, más se retorcía de dolor, y más sangre manaba de sus heridas. Al final le corté las dos orejas y el pene. Qué tarde tan estupenda pasamos.
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