Nació en Somalia, entre nómadas, recibiendo una educación ortodoxa que enseñaba a las mujeres a ser invisibles y a sentirse sucias. Fue purificada cuando, con unas tijeras, le cortaron el clítoris. Ella escuchó: clac. El sonido de un carnicero rebanando un trozo de filete. El único valor de una mujer es darle vida a un hombre. Ayaan Hirsi Ali relata que, cuando a su abuela le preguntaban cuántos hijos tenía, ella respondía automáticamente: “Uno.” Tenía nueve hijas y un hijo: una persona y nueve nadas. El hijo existía. Ellas no.
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