Lo que está ocurriendo con el intento del gobierno israelí de reformar el Tribunal Supremo no es una reforma judicial, sino más bien un golpe antidemocrático. La coalición de extrema derecha está legislando a una velocidad vertiginosa una serie de leyes extremadamente controvertidas, que en conjunto significan una cosa muy simple: el gobierno tendría el poder de aprobar cualquier ley que desee, e interpretar las leyes existentes de la manera que quiera, sin controles de su poder y sin protección de los derechos de las minorías.
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