Resulta sorprendente que se extienda el derecho de intimidad de domicilio a las personas jurídicas cuando buena parte de las grandes empresas societarias no vacilan en invadir nuestra intimidad. Igualmente sorprende esta exquisita tutela de la intimidad informática de las personas jurídicas (acceso a sus ordenadores) cuando el común de los ciudadanos que viajamos por avión nos vemos obligados en el acceso a la zona de embarque de los aeropuertos a una inaudita y sangrante exhibición de nuestras maletas, privados de cinturones y zapatos.
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