En 1901, se inauguró en Barcelona el parque de atracciones del Tibidabo. En él, los visitantes podían viajar en un impresionante funicular, montar en columpios, dar vueltas en un carrusel eléctrico o disfrutar de las habilidades de unos ingenios mitad humanos mitad robot: los autómatas. «Desde la apertura del parque, los propietarios fueron comprando diferentes autómatas que fueron repartiendo por distintos lugares del parque. Se accionaban tras introducir una moneda de diez céntimos», explica Lluís Ribas Durán, restaurador del Museo
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