Cinco estudios a este respecto constataron que las personas que veían a otras ejercer el autocontrol, pensaban en amigos con un buen autocontrol e, incluso, veían el nombre de estos amigos durante unos milisegundos en la pantalla de un ordenador, eran capaces de autocontrolarse mejor que antes. En sentido contrario, los resultados fueron similares: se constató que el poco autocontrol también se contagia.
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