Estos últimos días los titulares de prensa se han llenado con historias durísimas de agresiones y asesinato a personas con autismo. Se desató cierta ola de indignación, aunque no hay manifestaciones masivas, ni minutos de silencio, ni declaraciones institucionales. Y si en estos casos esto no ha pasado, ¿qué pasa cuando el agresor es el propio Estado? Cuando las administraciones Públicas son quienes están en el punto de mira, se produce un hecho milagroso, quien era la víctima, de repente, se convierte en culpable.
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