Aún somos capaces de aprender en la vejez. Nuestro cerebro nos anima a disfrutar yendo a clase, desarrollando un hobbie, viajando y visitando monumentos, practicando un idioma o volviéndonos a enamorar. El longevo violonchelista Pau Casals, ante la pregunta de por qué con 85 años seguía ensayando cuatro o cinco horas diarias, su respuesta fue: “Porque tengo la impresión de que estoy haciendo progresos“.
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