"Su hija ha llamado gilipollas a un compañero de clase y la sancionaremos por ello", comunicó en una ocasión Montserrat Rius, profesora de secundaria en un instituto de Osona, al padre de una alumna. La respuesta del progenitor no se hizo esperar: "Mi hija no insulta, es imposible que haya dicho eso". Cada vez son más los padres que, ante una situación de conflicto, toman partido por el niño, constatan docentes de todas las etapas educativas.
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