Morirse cuesta como mínimo 2.000 euros entre los gastos del féretro, el tanatorio, las flores y los del propio enterramiento. Por eso, cada vez hay más gente que opta por donar su cuerpo a la ciencia y así ahorrarle ese desembolso a su familia. En cinco años las solicitudes han crecido un 60%. «Con la crisis económica han aumentado las personas que se interesan por esta opción. Nosotros nos hacemos cargo del coste económico», asevera Francisco Martínez Soriano, catedrático de Anatomía Humana de la Universitat de València.
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