El auge de la inteligencia artificial acelera el consumo de energía y agua. La realidad, sin embargo, es mucho más sucia. El mundo digital se ha construido sobre los centros de datos, grandes naves repletas de ordenadores que realizan cálculos día y noche para almacenar cantidades ingentes de información y para permitir el funcionamiento cada vez más óptimo de internet. La incesante actividad de esta infraestructura es estratégica, pero genera tanto calor que requiere sistemas de refrigeración para mantenerla operativa
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