Una nueva especie ha surgido de las profundidades de internet: el comentarista enfadado. Claro, hay una larga tradición de gente inspirado y jubilados interesados, que siempre han escrito cartas al editor, pero algo en el anonimato y la velocidad de Internet ha desatado una virulencia más fuerte y sin control. No estoy aquí hablando de los comentarios inteligentes, que también abundan, sino más bien la bilis desatada, destellos de furia y rabia no examinadas que pasan como "comentario".
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