Cuesta imaginar que –en la edad de Paris Hilton, porno virtual e incontables museos de erotismo kitsch– una exposición sobre la Grecia antigua de hace dos milenios y medio pueda sonrojar al público. Pero en el Museo de Arte Cicládico, en el centro de Atenas, el pasado domingo, las mujeres miraban perplejas a sus maridos; parejas jóvenes se cogían de la mano como en una película de ritos satánicos y amantes de mascotas se quedaron pálidos y sin aliento.
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