La urgencia de Francia por iniciar la guerra contra Gadafi, su precipitación en reconocer como un “Gobierno legítimo” a la amalgama de golpistas (islamistas radicales unos, ex altos cargos traidores otros) hacía evidente la existencia de intereses económicos muy poderosos por parte de Francia, para cambiar un Gobierno que favorecía mucho más a las empresas españolas e italianas que a las francesas; algo que nunca París ha aceptado.
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