Las campañas de desprestigio no han hecho nada más que empezar. Argumentan que el Estado tendría que retirar todo tipo de subvención a las organizaciones sindicales. No piden lo mismo con respecto a acabar con todo tipo de privilegios y exenciones a la Iglesia católica, o a acabar con las desgravaciones a tantas fundaciones que persiguen fines espurios
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