España es el único país europeo en que la caída del partido de gobierno se ve acompañada por la del principal partido de la oposición. Hay una distancia creciente entre el sistema político en su conjunto y la ciudadanía. En principio, a los partidos dominantes no les molesta demasiado mientras puedan continuar repartiéndose el poder. Dicha situación no es sostenible en un contexto de crisis y de tensión social. A pesar del pacifismo de la inmensa mayoría, si no hay cauces institucionales la historia enseña que puede surgir un estallido social.
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