Hoy damos por hecho que es normal tener aplicaciones mágicas, smartphones y tabletas casi tan finas como una hoja de papel. Sin embargo, antes las cosas eran muy, muy diferentes. Hace un par de décadas, por ejemplo, los programadores no eran los niños mimados de las grandes tecnológicas, de Apple, Google y compañía, ni tenían super ordenadores, ni creaban start-ups. En 1985, como cuenta John Graham-Cumming en esta genial historia, su principal herramienta para trabajar era mucho más sencilla: papel y lápiz.
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