Cada día era un infierno para Fernando Cuesta, el asturiano que el pasado mes de junio cumplió su deseo de terminar con su vida para no seguir padeciendo los estragos del ELA. Pero tuvo que hacerlo en Suiza, acudiendo a un grupo internacional de apoyo a la defensa de la muerta digna ya que en nuestro país todavía no ha podido legislarse una normativa que preste la atención
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