Antes de venir a China a investigar sobre los aspectos culturales de su crecimiento económico, tenía la cabeza llena de conceptos pomposos como los de “piedad filial”, “decoro” y otros que a menudo se asocian al sello del “capitalismo confuciano”. Sin embargo, cuando llegué a Wuhan, uno de los focos de mayor crecimiento en la China Central, me di cuenta de que los elementos que movilizaba a las fuerzas productivas respondían a una lógica mucho más oscura y menos elegante del confucianismo.
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