Entre 1970 y 1975, los censores de libros franquistas se ganaron un sobresueldo trabajando por las tardes en la Dirección de Cultura Popular y Espectáculos: “Los censores se encargan de visar las carpetas que se enviaban desde las discográficas para comprobar que no atentaban contra la moral, las buenas costumbres, la religión o el régimen político”, explica Xavier Valiño en el libro ‘Veneno en dosis camufladas: la censura en los discos pop durante el franquismo’.
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