De nuevo, en silencio, tragamos lágrimas y saliva al ver la Amazonía ecuatoriana teñida de negro por los más de 14.000 barriles de petróleo derramado del Oleoducto de Crudos Pesados. La incompetencia de la compañía es tal que, enterada del accidente, no cerró a tiempo las válvulas del oleoducto. La impunidad ambiental sobrevuela los valles ecuatorianos, mientras en los afluentes del río Napo toneladas de crudo impregnan la vegetación y, en los lechos de los ríos, se depositan todo tipo de hidrocarburos.
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