Visito un pequeño club de ajedrez, en una ciudad de provincias. Un lugar agradable, en cuyo salón hay una docena de mesas con tableros, piezas y relojes de juego. Por las tardes se dan clases infantiles, y la de hoy corresponde a niños de seis a diez años. Es la hora de salida del cole, y los pequeños cabroncetes llegan acompañados por los padres, con mochilas multicolores, anoraks y gorros de lana. Con sus inocentes caras de panoli, en contraste con esas miradas perspicaces a las que nada escapa. Saludos, conversaciones, risas. Bullicio.
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