Fue una iniquidad y una tragedia. Para salvar algo las formas, los británicos mandaron otras cuatro fragatas; con la diferencia abrumadora de que los españoles venían con mujeres y niños a bordo, minados por las fiebres y maltrechos por una larga travesía, y las fragatas inglesas -una era un navío de línea reconvertido- artillaban más cañones, cuyo calibre era además superior, y mortíferas carronadas. Todo el procedimiento fue, de principio a fin, de una vileza inaudita. Los ingleses abrieron fuego sin respetar la negociación previa.
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