Entre las razones para estas diferencias, explican los científicos, podría estar la de que las mujeres tienen menos fuerza que los hombres. Este hecho tiene un importante efecto en el estado funcional de los enfermos de AR. Por otro lado, tanto el tamaño de los músculos y del esqueleto como la fuerza de éstos es menor en las mujeres que en los hombres, por lo que ellas cuentan con valores de partida más bajos que los varones y, por tanto, la enfermedad llega a afectarles mucho más.
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