No es necesario que, a estas alturas, venga nadie a llorar a la ciudadanía para recordar que "las medidas anunciadas no son agradables (...) pero sí son imprescindibles". Resulta cansino el recurrente paternalismo agrio con el que, cada vez que tiene ocasión, se nos reprocha que todo se hace por nuestro bien. A la proclama de que seamos "una Nación dispuesta a sacrificarse para conquistar un futuro mejor" habría que preguntar, ¿un futuro mejor para quiénes? ¿para los hijos de los trabajadores que no podrán ir a la universidad?
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