La crisis ha llevado a cientos de empresas españolas a buscar nuevos mercados, entre ellos, el de los países musulmanes. El matarife debe ser un “buen musulman”, muy creyente y que no beba alcohol y que rece una pequeña oración antes de sacrificar a cada animal. Algunas empresas los contratan como una especie de ‘freelance’. Además, el animal no puede estar aturdido previamente. De esa manera sangra mejor y la carne resulta de mayor calidad.
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