Es obvio que la historia de Noé tiene lagunas argumentales, pero eso es algo que tienen en común todas las buenas aventuras. Imaginemos a un hombre, un patriarca, que, ayudado solo por su familia, ha construido un arca gigantesca por mandato divino; que ha talado los árboles uno a uno para hacerla y que ha juntado las parejas de animales exigidas1; y que luego, después de todo ese trabajo titánico, se ha dedicado a predicar el fin del mundo hasta que Dios le ha dicho que entre en esa tabla de salvación gigantesca que él mismo ha construido y qu
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