Ali al Nimr fue atropellado por un coche de la policía, arrestado e interrogado. Abdalá al Zaher fue disparado y golpeado por las fuerzas de seguridad en los instantes previos a perder su libertad. Dawud al Marhun fue detenido en el asalto al hospital donde esperaba para una operación que jamás llegó a producirse. Los tres eran menores de edad cuando los gendarmes saudíes irrumpieron en sus vidas. Los tres aguardan una ejecución inminente en el corredor de la muerte. Comparten, además, un destino común y macabro: la crucifixión.
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