A pesar del maná del petróleo, la autocracia saudí está en la quiebra y enfangada en una delirante agresión contra Yemen. Las arcas están tan vacías que los jeques han tenido que humillarse para mendigar préstamos a la banca internacional, a pesar de lo cual han tenido que paralizar las obras faraónicas que habían iniciado y dejar de pagar los salarios de los trabajadores, que son emigrantes en su inmensa mayoría.
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