Julio César tenía una jirafa que trajo consigo de Alejandría en el año 46 a. C. y que exhibió para curiosidad de los romanos. Ellos, que aún no conocían tal clase de animal, la percibieron como una especie de cruce entre camello y leopardo, por lo que la llamaron “cameleopardo”. Calígula, al igual que Británico, también poseía varios ruiseñores y un estornino que, según se decía, sabían hablar latín y griego. Augusto lanzó la moda de cuervos y periquitos que podían hablar, y solía pagar unas sumas enormes por esos pájaros.
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