A menudo preferimos no reconocer que estamos equivocados y buscamos justificaciones para nuestros errores. Lo peor no es que nos equivoquemos constantemente sino que muy a menudo ni siquiera somos conscientes de estos errores. Nuestros sentidos nos engañan a menudo, como prueban las ilusiones ópticas. También nos traicionan nuestros sesgos y nos dejamos llevar por lo que opinan nuestros amigos, nuestra familia o, simplemente, la gente que piensa igual que nosotros y que refuerza nuestras ideas, protegiéndolas además de teorías alternativas.
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